viernes, 17 de septiembre de 2010

Morriña


Ayer, sentada en el primer asiento del autobús, detrás del conductor, mientras miraba como anochecía por la ventana, me di cuenta de una cosa: Lo mucho que me habría gustado estar en aquel mismo momento en algún parque, sentada en algún banco, a la luz de alguna farola, con alguno de mis amigos. Me acordé de lo bien que me lo pasaba antes las tardes noche del viernes, después de mi habitual clase de inglés extraescolar. Es reconfortante saber que cuando salgas a la calle habrá alguien esperandote para pasar una buena tarde noche contigo, una de estas en las que hace frío, pero no llueve, para dar un paseo o jugar una partida de billar, que sabes que no ganarás, aunque aún te queda una pequeña esperanza. Supongo que las cosas cambian , pero desearía que esto no cambiara nunca.